Con el Mundial de Fútbol 2026 a la vuelta de la esquina, México se prepara para brillar como uno de los anfitriones junto a Estados Unidos y Canadá. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué el nombre de este vibrante país se escribe con una "X" en lugar de la más intuitiva "J", dada su pronunciación? En este post, exploramos las raíces lingüísticas de "México", un detalle ortográfico que une historia, conquista y orgullo nacional.
El origen indígena: un ombligo lunar en náhuatl
Todo comienza en las antiguas tierras aztecas, donde el nombre del valle central se forjó en náhuatl, la lengua de los mexicas. "Mēxihco" no era solo un sonido, sino un concepto poético: "mētz-tli" evoca la luna, "xīctli" alude al ombligo, y el sufijo "co" indica un lugar. Así, se traduce como "el lugar en el ombligo de la luna", un símbolo de centro cósmico que los fundadores de Tenochtitlán adoptaron para su imperio en 1325. Esta palabra, cargada de misticismo, llegó a los oídos de los españoles como un susurro exótico, similar a un "sh" suave y aspirado.
Cuando Hernán Cortés y sus hombres pisaron las costas en 1519, el español medieval aún conservaba ecos de ese sonido fricativo, heredado de influencias árabes durante la Reconquista. En el siglo XIII, el rey Alfonso X, el Sabio, había decretado en su Norma Alfonsí que ese "sh" se representara con "x". Así, los cronistas de la Conquista transcribieron "Mēxihco" como "México", congelando el topónimo en una grafía que honraba tanto la fonética indígena como las reglas ibéricas de la época.
La evolución del sonido y la rebelión ortográfica
Sin embargo, el idioma no se queda quieto. Para el siglo XVII, el español había perdido ese "sh" juguetón, reemplazándolo por el rasposo "j" que hoy conocemos, influido por la fonética peninsular. Palabras como "xabón" mutaron a "jabón", y la pronunciación de "México" siguió el mismo camino. En 1815, la Real Academia Española (RAE) formalizó esta transición en su Ortografía de la Lengua Castellana, mandando que todo lo que sonara a "j" se escribiera con "j". "Méjico" se volvió la norma oficial en España, y se extendió a textos coloniales.
Pero en la Nueva España, el cambio no caló. Coincidió con el fragor de la Independencia en 1821, y adoptar "Méjico" se sintió como una imposición de la metrópoli. La Academia Mexicana de la Lengua, fundada en 1875, se plantó firme: la "X" no era solo una letra, sino un emblema de identidad mestiza, un puente entre el náhuatl ancestral y el español americano. Escribir "México" se convirtió en un acto de afirmación cultural, resistiendo las directrices europeas.
- En España, hasta los años 90, "Méjico" dominaba los mapas y libros.
- La RAE, en 1992, aceptó ambas formas, pero en 2010 recomendó "México" para honrar el uso local.
- Otros topónimos como "Texas" o "Floxida" (hoy Florida) siguen este legado de la "X" histórica.
- En América Latina, el 90% de los textos prefieren la grafía con "X", según encuestas lingüísticas recientes.
Un legado para el Mundial 2026
Hoy, mientras México pule sus estadios para el Mundial 2026 –el primero en Norteamérica desde 1994–, esta "X" rebelde nos recuerda que el lenguaje es un campo de batalla donde se juega la identidad. No es solo ortografía; es la huella de un encuentro entre mundos, de lunas ombligadas y conquistas lingüísticas. La próxima vez que marques un gol imaginario en el Estadio Azteca, piensa en esa "X": un golazo de la historia que trasciende el fútbol.
Fin del Post
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